martes, noviembre 14, 2006

Un poco más de Hermann Hesse

Hace 60 años obtenía el Premio Nobel Hermann Hesse, un autor cuyos libros no envejecen
http://www.lanacion.com.ar/cultura/nota.asp?nota_id=858500
Muy leído hace décadas, su obra interpela al lector de hoy

En una entrevista, Henry Miller afirmó que de los miles de libros que había leído apenas unos diez le habían "abierto la cabeza". En ellos, contó el escritor, había "vislumbrado algo verdaderamente distinto y valioso". Mencionó dos títulos de su lista, El lobo estepario y Demian , ambos escritos por Hermann Hesse, quien fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura el 14 de noviembre de 1946, hace hoy 60 años. Miller fue quien propició, hasta conseguirlo, la publicación de los libros de Hesse en Estados Unidos.
"Para nacer es preciso morir, pero para morir es preciso despertar",
le dice Demian a su amigo y discípulo Emil Sinclair. Renacimiento a partir de la muerte, entendida como el fin de lo ilusorio, ventana a una transformación que empieza con "cierta sospecha" de que se vive sumido en el sueño, hipnotizado por el entorno, o que el potencial para acceder a otro paisaje permanece bloqueado por "ideas", convencionalismos, hábitos y creencias.
Asunto clave de los argumentos literarios más importantes de Hesse, volcados fundamentalmente en Demian (obvia referencia al daimon griego, que mezcla en su naturaleza lo terrenal y lo divino, o aquel que es intermediario entre los dioses y los hombres) y que dieron alimento intelectual y espiritual a la juventud de los años 60, estremecida ya por el agobio del materialismo, la violencia, el vacío y el absurdo, reflejados también por autores como Kafka, Beckett o Albert Camus.
La mirada interior
Hay una sustancial diferencia en el caso de Hesse. Aquéllos dan cuenta del "estado de las cosas" sin ofrecer alternativas, como un panorama inmodificable de la condición humana. A lo sumo, Camus ofrece el "compromiso" del existencialismo. Pero en buena parte de la obra de Hesse -principalmente en Demian , El lobo estepario y Siddharta - se obtiene el registro, directo o en clave, de una propuesta que articula un conjunto de factores: la mirada al interior de uno mismo, el estar alerta a lo mágico y maravilloso, la sostenida disposición a sobrevolar la historia cotidiana -urdimbre de lo irracional y el sinsentido- y, lo más difícil, la búsqueda y el hallazgo de una fuente de sabiduría, algo cada vez más escaso en estos tiempos.
El valor de esa actitud, que fue intuida por el escritor en su adolescencia, resultó más tarde reforzado por influencias muy abarcativas y de algún modo complementarias: la religiosidad activa de sus padres, con una fuerte adhesión al pensamiento oriental; la lectura de Nietzsche (en particular, Así hablaba Zaratustra ), y la amistad que mantuvo con Carl Jung, otro buscador al que no colmaban los patrones teóricos de la psiquiatría y del psicoanálisis, desde la convicción -como la que ceñía el espíritu de Hesse- de que debía existir algo no divisable fácilmente para la mirada masificada (la "submirada", la denominó Jung) y que valía la pena ir a su encuentro, por recóndita que fuera su localización.
Hermann Hesse nació el 2 de julio de 1877 en Calw (Selva Negra). A los 20 años publicó su primer poemario, Canciones románticas , y a los 26, su primera novela, Peter Camenzind , la historia de un escritor en un pequeño pueblo, un libro que ya muestra su singular manejo de los climas, teñidos en esos años de una tenue melancolía desesperada, y que fue bien recibido por la exigente crítica germana.
En una bibliografía muy extensa, que incluye sendos ensayos sobre Bocaccio y San Francisco de Asís, sus novelas que alcanzaron mayor difusión son Bajo la rueda (1906); Demian (1919); Siddharta (1922), que recrea los años de mocedad de Buda; la muy abrumadora trama de El lobo estepario (1927); Narciso y Goldmundo (1930), un bellísimo relato que transcurre en la época medieval y cuya versión cinematográfica estuvo en los planes de Luchino Visconti; Viaje a Oriente (1932), y El juego de abalorios (1940).
Hesse falleció en Montagnola, Suiza, el 9 de agosto de 1962. Durante la Gran Guerra tomó la ciudadanía helvética, a instancias de su padre; recuperó después la alemana, y finalmente se nacionalizó suizo y se estableció en ese país cuando el nazismo lo incluyó en una lista negra. Como no era judío ni homosexual ni gitano, se lo acusó de "corromper a la juventud", el mismo "delito" por el que Sócrates fue condenado a beber la cicuta.
Por Willy Bouillon de la redacción de LA NACION

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